Para la revista IMAGEN de Caracas, nº 49 15-31 mayo 1969

Unas notas sobre el fotógrafo Gálvez



Los personajes de Gálvez también sufren

        Déjales a las gentes y a las cosas ese respiro que sólo les das en tus imágenes. Déjales respirar un poco.
        Déjalos también, de abandono, si puedes.
        Que reposen en esa incomodidad en que los dejas. Incómodos los hombres, incómodos esos volúmenes que los envuelven y esas formas como casi cosas que los aprisionan y humillan. Y enaltecen, los enaltecen, porque al  tratarlos, queriendo torturarlos, los estás amando.
        Los acaricias con esos destellos brillantes que seguro les has hecho daño a los ojos cuando fueron personajes utilizados y que hacen daño en esa inmovilidad precipitada de pronto, veloz, veloz, hacia negros de ceremonia mágica, magia negra. Los acaricias, sí, en los defectos que les descubres y que son "verdad" que descubres. Y ahí quedan, mundos acumulados, expectantes. No sé nunca, ante tu obra, ante cada imagen tuya, si soy yo quien la está viendo o es ella la que me está mirando a mí, observándome y acusándome. También amándome.

Antonio Gálvez: Nunes, Paris 1970 Antonio Gálvez: Nunes, Paris 1970
                                          
        No te dé vergüenza, Gálvez. ¡Eh, Antonio! Amigo... Ellos, tus personajes, los hombres y las cosas, también sufren, como tú. Ellos también lloran, también odian. Como tú. Por eso, como tú también, también aman. Pero les da vergüenza saberlo; porque, eso no como tú, ellos quieren ser importantes. Y escriben y pintan y actúan y beben whisky y se encorbatan y se dejan barbas y son embajadores de cosas y de gentes, pobres, y se suben a los podios y tienen castillos y coches y viajes en avión caro, que es lo que quieren. Ellos son ellos, amigo.
        ¿Qué culpa tienen los ladrillos de paredes no rebozadas o de rebozado viejo muerto caído a trozos, o los árboles troncos, o las columnas de las obras que se admiran por los esclavos muertos nuestros padres, o los pies descalzos, o las mujeres desnudas, del lujo boniteza erotismo de las modas de las películas esas del cine ése, qué culpa tienen? las imágenes formas de madera y piedra y yeso pintarrajeadas de aparente gente sagrada que fueron, dicen, con coronas y puñales y mantos y corazones a la vista y espinos, la tierra calcinada, los árboles raquíticos, todo raquítico, tanto, que tú (y aquí falta algo que no se me ocurre que puede ser por que esto lo copio de la revista y no tengo el original mío) vacíos, las rocas llenas, esa agua de color tuyo de los mares que has visto y ves y nos enseñas y que a mí me da miedo de ahogarme, ¿qué culpa tienen los paisajes de arrugas y remiendos, de la España a la que tanto amas un poco vieja dormida y prisionada en uniforme negros muchos ahora disimulados, uniformes grises, uniformes verdosos, uniformes mesasinstanciastimbresparafiscales, uniformes-uniformes gemidosquejasrabiapalabrotas en que toda la energía se está yendo desde hace ya tanto tiempo, así siempre, ¿qué culpa tiene todo?. Donde pones el ojo pones tu violencia como boca de metralleta el objetivo disparando hacia todo lo que quisieras matar y matas un poco.
        Descansa un poco, hermano, no ames tanto.
        Tampoco se lo merecen. Ni los hombres ni las cosas, precisamente porque no tienen culpa. Déjales en esas letras que me parece que son rip si la memoria no me falla de tanto verlas por ahí.

Antonio Gálvez: Nunes, Paris 1970

        Ven, vamos esta tarde a beber vino tinto, con los ojos cerrados, ojos de cámara, ojos de metralleta, ojos de imágenes, ojos de crítica, de odio, ojos de violencia.
        Tu infancia está lejos y tu juventud y tu vejez y tu muerte debe estar lejos de contagio. No quieras matar a las gentes y a las cosas en cada imagen tuya.
        Emborrachémonos hoy, compañero, de vino y de miedo nuestro, tuyo y mío, por este mundo extranjero. No nos emborracharemos hoy de entusiasmo y de eso que dicen arte ¿qué es eso a lo que llaman arte? y deja que esa imagen, esas de hoy, mueran de muerte en sí.
        Descansa. No violentes, no odies, no ames. No sufras esta noche. Que el vino sea más amigo cada nuevo vaso y la mujer amiga sea más amante de esas de siempre que la gente sabe y habla. Pídeles perdón de que no sea hoy compañera y trátala como a una puta porque se acostará contigo también borracha descansada y lejos lejos lejos lejos de esas imágenes tuyas que por ahí se van, déjalas ir, libres cargadas de su muerte de los hombres y las cosas a quien tanto amas y que matas de así como tú sabes que son, me dan escalofríos y miedo y lágrimas de pelos de punta, déjame descansar también, porque sabes verlos necesitados de cambio o de muerte y para que vivos de nuevo en sí mismos puedan ser como tú quisieras y tal vez descubran que ya son un poco.
        Y no te perdonarán nunca que los hagas renacer a una mejor verdad más verdad.


        ¡Eh, Gálvez! Antonio... amigo, tú ya estás preparado, ya lo sé; pero te recuerdo otra vez que estás maldito. Eres artista, vocablo maldito, para que nos entendamos, y las gentes y las cosas de tu obra seguirán maldiciéndote.
        Bienmaldito seas, hermano.

        Nunes