Escuela de Barcelona
  
Cronología de la Escuela de Barcelona



1957 Nunes, portugués afincado en Barcelona, realiza su primera película, Mañana .... Es un cine personal e intransferible.
1960 Joaquim Jordà y Julián Marcos realizan el corto Día de muertos. Era un intento de cortar con una objetividad diversa a la utilizada en este género.
Jacinto Esteva, en colaboración con Paolo Brunatto, realiza y produce Notes sur l'emigration, primer ensayo y único hasta ahora sobre el fenómeno de la emigración española. Es premiado en Moscú.
1962 Jorge Grau inicia con Noche de verano su tema mundano de Barcelona que no abandonará en ninguna de sus siguientes realizaciones.
1963 Jacinto Esteva inicia su largometraje documental sobre la violencia y las ceremonias españolas. Colabora con él Pere Portabella; la fotografía se debe  a Juan Amorós, los textos y el montaje a Nunes. El título es Lejos de los árboles.
Vicente Aranda y Román Gubern realizan Brillante porvenir, según guión propio. Es un intento de cine diverso al preconizado más tarde por algunos miembros de la Escuela.
1964 Jaime Camino da un giro a las películas de playa, frecuentes en el otro cine catalán, y realiza Los felices sesenta. Intervienen en este film Joaquim Jordà y Carlos Durán.
1965 Vicente Aranda realiza Fata Morgana, en muchos conceptos arranque verdadero de la Escuela. Intervienen en este film Carlos Durán como ayudante y Teresa Gimpera como protagonista.
1966 Gonzalo Suárez dirige Ditirambo vela por nosotros.
Jacinto Esteva crea la productora Filmscontacto. La primera película que se realiza con esta marca es Noche de vino tinto, de José María Nunes.
Carlos Durán realiza el corto Raimon, con fotografía de Juan Amorós y producido por la empresa Tibidabo de Jaime Camino.
Ricardo Bofill realiza el corto Insultante y Gonzalo Suárez, El horripilante ser nunca visto. Se inicia Dante no es únicamente Severo, escrito y realizado por Esteva y Jordá, y producido por Filmscontacto
1967 Se termina Dante no es únicamente severo. Gonzalo Suárez realiza, con marca propia Ditirambo.
Carlos Durán dirige Cada vez que..., producida por Filmscontacto.
Juan Amorós interviene como fotógrafo en Madrid, en la película de Miguel Picazo, Oscuros sueños de agosto.
Lorenzo Soler dirige Cincuenta y dos domingos.
Pere Portabella rueda el mediometraje No compteu amb els dits, producido por Films-59
A finales de este año se inicia Tuset Street, espantoso experimento de Jorge Grau que iba a ser como un «engrase» de los componentes de la Escuela dentro de una producción comercial.
Nunes termina su nuevo film, producido a su manera individualista, Biotaxia.
1968 Filmscontacto produce la obra de Esteva Después del diluvio.
Jaime Camino realiza España otra vez con guión de Román Gubern.
Ricardo Bofill dirige varios films en 8 mm sobre la arquitectura y Barcelona.
Joaquim Jordà escribe el guión de El jardín de los ángeles en colaboración con Maria Aurelia Capmany.
Nunes realiza y produce Sexperiencias.
Pere Portabella dirige su largometraje, Nocturno 29, producido por Films-59
Vicente Aranda inicia la filmación de El cadáver exquisito.


  
Filmografía básica de la Escuela de Barcelona
Precedentes
1957 Mañana ... José María Nunes
1960 Notas sobre la emigración Joaquim Jordà
1961 No dispares contra mí José María Nunes
1962 Alrededor de las Salinas Jacinto Esteva
1964 Brillante porvenir
Noche de verano
Aranda y Gubern
Jorge Grau
Escuela de Barcelona
1965 Los felices 60 Jaime Camino
1966 Fata Morgana
Noche de vino tinto
Raimon
Ditirambo vela por nosotros
El horrible ser nunca visto
Cercles
Una historia de amor
Vicente Aranda
José María Nunes
Carlos Durán
Gonzalo Suárez
Gonzalo Suárez
Ricardo Bofill
Jorge Grau
1967 Mañana será otro día
Biotaxia
Cada vez que...
Dante no es únicamente severo
Ditirambo
... I després ningú riurà
Jaime Camino
José María Nunes
Carlos Durán
Esteva y Jordá
Gonzalo Suárez
Manuel Esteba
1968 Tuset street
Nocturno 29
Después del diluvio
El extraño caso del Doctor Fausto
Jorge Grau
Pere Portabella
Jacinto Esteva
Gonzalo Suárez
1969 Las crueles
Costa Brava
Bibici story
Miró
Aoom
Historia de una chica sola
Vicente Aranda
Román Gubern
Carlos Durán
Pere Portabella
Gonzalo Suárez
Jorge Grau
1970 Lejos de los árboles
Poetes catalans
Liberxina 90
Metamorfosis
Schizo
Jacinto Esteva
Pere Portabella
Carlos Durán
Jacinto Esteva
Ricardo Bofill
1971 Mozambique Jacinto Esteva


fuente: La Escuela de Barcelona - Semana de Cine Español, Murcia 1991. FRM Filmoteca Regional de Murcia



  
Texto de Jose María Nunes para la presentación de la Semana de Cine Español,
Murcia 1991


        RECUERDOS TAMBIÉN DE HOY, SOBRE LA ESCUELA DE BARCELONA

            Aparte de alguna que otra película que de cuando en cuando ha surgido, cuyos títulos y autores casi nadie recuerda, las de la Escuela de Barcelona son lo único nuevo que se ha hecho en el cine español.
            Han pasado veinticinco años y nada parecido ha vuelto a ocurrir. Y a pesar de una gran mayoría de opiniones en contra, todavía se habla de ellas como algo que permanece y cada vez con mayor interés por saber qué fue, cómo fue y porqué fue.
            Ahí están las películas. Dos de los hombres que las hicieron han muerto, Jacinto Esteva y Carlos Durán; otros dos han continuado haciendo buenas y muy buenas películas, Vicente Aranda y Gonzalo Suárez; otro es un excelente guionista de películas con bastante categoría, Joaquim Jordà; sólo quedamos dos en el intento de continuar siendo, yo sigo haciéndolo, Escuela de Barcelona. El otro es Pere Portabella, que aunque no quiso formar parte del grupo por razones que tal vez explicaré más adelante, después de tantos años vuelve al cine con Puente de Varsovia, que me da la gran satisfacción de sentirme menos solo; aunque él siguiera insistiendo que no es de la Escuela de Barcelona su película lo es.

Puente de Varsovia       

            Y estoy convencido de que lo serán las que siga haciendo tanto como siguen siéndolo las mías. Porque me siento orgullosos de seguir defendiendo lo que significó y continúa significando la Escuela de Barcelona.
        Se habrán hecho muchas y muy mejores películas que las nuestras, seguro. Me limito a hablar del cine español. En ninguna de ellas, ni en todas, se ha hecho mejor cine que en las nuestras.
            Nadie nunca se atrevió a cometer tantas equivocaciones, sólo nosotros hemos afrontado y creado el caos, el desconcierto, la sorpresa y la poesía; la provocación no era intencionada ni necesaria, era cosa de los otros, que no sabían y siguen sin saber ver, ni sentir, ni amar.
            Éramos conscientes de que estábamos viviendo una época en proceso de estupidización que se ha venido generalizando y ha logrado ya alcanzar ese cretinismo casi biológico que por ahí anda.
        Y no íbamos en contra, no hicimos el menor esfuerzo para evitarlo, nos burlábamos, reíamos y nos emborrachábamos de ideas, de imágenes, de lecturas, de discusiones, de música, hasta de arquitectura, por cierto, también de diseño ya entonces, incluso de eso de la moda, y lógicamente también de alcohol, claro; casi siempre ¡qué diablos! ¡Casi siempre aún! Gritaría si escribiendo se pudiera gritar.
            Nos enfrentábamos a la censura por conductos donde no podían alcanzarnos; mezquinos burócratas, recelaban de lo que no podían comprender, pero no podían prohibirnos porque nuestras obras no querían decir nada más allá de aquello que decían y ellos no podían aceptar que aquello, que era nada, podría ser mucho más. También nos prohibieron guiones, claro; a mí muchos, y una película acabada, Sexperiencias, aunque en este caso tuvieron una, para ellos, razonable excusa burocrática: me había atrevido a hacerla sin censura previa del guión, porque la hice sin guión y eso para ellos era imposible, y por lo tanto sin cartón de rodaje, que era como se llamaba la autorización que daban para que las películas se hicieran legalmente, la legalidad de ellos, claro. Pero siempre los inquietábamos, los fastidiábamos, siempre los humillamos, porque nos prohibían por incapacidad de comprender lo que leían, lo que íbamos a hacer. Y a su modo, entes primarios de amébicas reacciones, tenían miedo; lo cual les provocaba una necesidad de sentirse superiores y dominar que nos alteraba. Pero fue nuestra lucha entonces. La de ahora no es diferente, sólo algunos vocablos han cambiado.
            Nos enfrentábamos al público para el que no habíamos hecho las películas, que reaccionaba bruscamente a veces, gritando en ocasiones, rompiendo butacas otras, y hasta quemaron un cine, en Torrijos, provincia de Toledo; pero de eso hace ya mucho tiempo, ya antes de que la Escuela de Barcelona tuviera nombre.

Capucine y Gimpera en Las Crueles

        Nos enfrentábamos, sobre todo, a los distribuidores y exhibidores, que fueron los culpables de que no las vieran muchos de aquellos públicos para los que sí hacíamos las películas; que también tuvimos a muchos que las vieron y comprendieron, las sintieron y se emocionaron, y aplaudieron con entusiasmo, y nos escribían cartas mucho más bellas y fraternales que las pocas críticas favorables que tuvimos, que tenemos. La Escuela de Barcelona, que nunca fue nada en concreto, era mucho más allá de todo eso de contar historias muertas tan conocidas, de esas vulgaridades como la vida misma, de esa monotonía de plano de uno cuando habla y plano del otro cuando habla el otro, así de esa gente que no da para más, que son extremadamente técnicos que hacen buenas películas, vergonzosas cinematográficamente, en las que no hay un destello de descubrimiento, de creación, de autenticidad, todo falso en la verdad de ellas mismas, películas chatas sin amor al cine, sin fallos, con buena fotografía, buena música, buenos intérpretes, que no buena interpretación, por cierto, la mayoría, películas en las que se ve que todavía no han aprendido en qué fotograma último del plano anterior y primero del siguiente tienen que empalmar, con buenos encuadres a veces, casi siempre arbitrarios de repulsiva estética, grotescos plásticamente, sin equilibrio emocional, con expresiones diferentes en cada cambio de plano, y lo demás, y lo otro, y además confundiendo el ritmo con la velocidad, tristísimo; y me estoy refiriendo a las buenas películas, tengan mayor o menor éxito de público.
            La Escuela de Barcelona fue, y es, el único laboratorio de investigación que se ha dado en el cine español, con todos los fallos y errores, consecuencia de los experimentos en la búsqueda de algo nuevo.
        Desarrollaba locura, belleza, sensualidad, porque queríamos ser, éramos artistas que amábamos el cine como Arte, aunque algunos ni siquiera nos lo propusiéramos porque no lo sabíamos, o no queríamos decirnos que lo sabíamos y nos lo proponíamos. Y si para algunos, para muchos, sobre todo, críticos y comentaristas, sólo lográbamos tontería, boniteza y obscenidad, era cosa de ellos, que entonces resultaba también un éxito para nosotros porque creábamos ese caos tan deseado, del que estamos tan necesitados en esta civilización, para que pueda surgir la creación.
        Y surgía. Aunque parece que a la gente le dé vergüenza hablar de esas cosa como Arte, Cultura, artista, intelectual, yo creo que hay que hacerlo y reivindicar lo que son, porque nosotros también pensábamos, meditábamos, criticábamos, seleccionábamos. También teníamos nuestras actitudes políticas o apolíticas; y nos comprometíamos y nos arriesgábamos con ellas.
        Unos más que otros, es cierto, como también unos menos que otros estarán de acuerdo con lo que estoy diciendo; pero lo hago sin esperar en absoluto el acuerdo de ninguno de ellos e incluso convencido de que alguno o tal vez todos los que quedan estarán en contra de cómo lo pienso y lo siento yo; porque la Escuela de Barcelona también era, y es, casi por encima de todo, libertad, libertad individual, cada uno con sus ideas, pensamientos y sentimientos.
        Aunque cada uno sabía que podía contar con la colaboración que cualquiera de los otros pudiera ofrecerle, sólo en contadas y pocas ocasiones se dio.
        Y nunca se crearon acuerdos, normas ni obligaciones mutuas, no hubo ni una sola convocatoria de reunión; hablábamos cuando nos encontrábamos  como antes de que inventáramos la Escuela, de lo que pensábamos hacer, de las ideas que tenías, de cómo unos podrían colaborar con el otro, como cualquier grupo de amigos con entusiasmo por lo que les hace sentirse compañeros. Con algunos de ellos yo ni siquiera he hablado nunca sobre que formáramos parte de la Escuela; recuerdo perfectamente que no he hablado nunca de ello con Gonzalo Suárez, ni con Vicente Aranda, ni con Pere Portabella. Sí hablábamos, a veces sobre todo, Jacinto Esteva y Carlos Durán y con menos frecuencia, muy pocas veces, con Joaquim Jordà. Y lo cierto es que me parece que casi nunca entre nosotros de que éramos de la Escuela de Barcelona, excepto la primera vez, que recuerdo perfectamente, aunque Joaquim Jordà se haya olvidado o quizá no quiera recordarlo o no se porqué dice que no recuerda. Os lo cuento, porque tal vez a alguien pueda interesarle la pequeña historia. Estábamos una tarde en la oficina de Films Contacto, que por entonces era una habitación de la casa en que vivía el propio Jacinto, él, Carlos Durán, Joaquim Jordà y yo; estaba también Francisco Ruiz Camps que era el administrador y Director de Producción de las películas de Jacinto y de alguna mía.
        En la prensa, en las revistas especializadas, se hablaba del «nuevo cine español» y se empezó a hablar también del «nuevo cine catalán». De Madrid recuerdo concretamente Nueve cartas a Berta, de Basilio Martín Patino. Y de Barcelona destacaban, y tal vez fueran las únicas, La piel quemada de José Mª Forn y El último sábado de Pedro Balañá.
        Yo había hecho Noche de vino tinto que incluían en lo de «nuevo cine catalán», cosa que no me gustaba nada, porque mi película nada tenía que ver con las otras dos, que sólo eran mejor hechas que lo habitual y con temas de intención crítica que superaban la vulgaridad acostumbrada.
        Alguno de nosotros leyó uno de esos comentarios y yo protesté diciendo que no hacía cine catalán, que en todo caso hacía cine barcelonés. Y Carlos Durán tuvo la idea de que podíamos formar la Escuela de Barcelona, «como existe la Escuela de Nueva York», recuerdo que dijo. Nos pareció una ocurrencia divertida y empezamos a recordar a los compañeros que podrían ser incluidos en el grupo.
        Vicente Aranda, que había realizado Fata Morgana
        Ricardo Bofill, que estaba haciendo un corto, Cercles
        Gonzalo Suárez, por sus Ditirambo y todo lo que había hecho (me parece que también intervino en el guión de Fata Morgana, o el tema era suyo).
        Pere Portabella, por varios cortos y el proyecto de No compteu amb els dits, que formaría parte de una película que sería el manifiesto de la Escuela.

Teresa Gimpera en Fata Morgana       

        Pensamos también en Jorge Grau por su Acteón, pero no le dijimos nada porque estaba en Madrid y ya había hecho otras películas que nada tenían que ver con lo que nos proponíamos que fuera la Escuela.
        Y así se creó la Escuela de Barcelona. Lo de colaborar unos con otros dentro de las posibilidades de cada uno ya lo hacíamos antes, éramos más o menos amigos aunque entre algunos casi ni nos conociéramos, pero entre todo éramos amigos de todos.
        Por entonces, Ricardo Muñoz Suay hacía una columna en Fotogramas, la revista de cine de la época, y fue el primero que escribió y publicó algo sobre la Escuela; él se atribuye incluso la denominación y hasta se dijo que fue él quien la creó. Pues, bueno, no hay nada malo en que lo diga. Lo cierto es que insistió en escribir y comentar y hablar sobre la Escuela, y sobre todo en defender a los que la formábamos y las películas que habíamos hecho e hicimos después, que fueron muy pocas por cierto. Creo sinceramente que fue Ricardo Muñoz Suay quién dio identidad reconocida a la Escuela de Barcelona.
        Inmediatamente se empezó a hablar entre nosotros de hacer una película como manifiesto; en la que yo no participaría más que como colaborador en lo que fuera necesario porque cada uno se haría cargo del costo de su parte, o sketch, y yo no he tenido nunca capacidad económica para hacerme cargo de nada.
        No sé por qué Portabella se negó a formar parte de la Escuela porque en principio sí iba a intervenir con No compteu amb els dits en la película manifiesto, pero por fin no lo hizo. Después, no sé por qué, Carlos Durán tampoco intervino más que como colaborador de los únicos que se hicieron, el de Jacinto Esteva y el de Joaquim Jordà, que rodados como temas diferentes acabaron en un montaje conjunto que dio como resultado Dante no es únicamente severo, donde no había ninguna posibilidad que se metiera el Cercles de Bofill, que en principio también iba a formar parte del manifiesto.
        Y a partir de ahí cada uno siguió haciendo sus películas como y cuando pudo. Yo hice Biotaxia y Sexperiencias sin ninguna relación con Films Contacto por motivos largos de explicar y que no vienen al caso en esta ocasión; problemas de ricos y pobres y que el pez gordo se come al pequeño, o lo intenta.
        Carlos Durán hizo Cada vez que... y algo más tarde Liberxina, después se dedicó más a la producción de películas de esas, aunque algunas con Vicente Aranda. Pere Portabella hizo muchos cortos de todo tipo pero sobre todo No compteu amb els dits y los largos Nocturno 29, Vampir y Umbracle, estas dos últimas en 16 mm., todas ellas películas rabiosamente de la Escuela de Barcelona.
        Jacinto Esteva que ya había hecho algún que otro corto, uno con premio no sé de qué en Moscú, sobre la inmigración de los españoles en Suiza, en colaboración con un director italiano, y había rodado muchos miles de metros de material para lo que luego fue Lejos de los árboles, cuyo montaje definitivo y texto dirigí y escribí yo, hizo después de Dante no es únicamente severo, Después del diluvio, Metamorfosis y El hijo de María; los guiones de estas dos últimas los escribí sobre unas ideas de él. Por fin optó por irse a organizar y hacer safaris en la República Centroafricana.
        Bueno, Ricardo Bofill es ese arquitecto conocido, que ha hecho algún que otro corto más después de Cercles, pero que muy poca gente ha visto.

Rodaje de Cercles

        Vicente Aranda y Gonzalo Suárez son los únicos que mantienen una actividad continuada de película tras película el primero, y con, más respiro, más espaciadas el segundo, totalmente desligados de lo que fueron las ideas, intenciones o propósitos de lo que fue, y es, la Escuela de Barcelona; pero eso sí, son francamente buenos directores y sobre todo Gonzalo se mantiene en un alto nivel creador.
        Y Joaquim Jordà es ese  excelente guionista que espero que algún día haga aún su película para lo que tiene una buena experiencia también en varios cortos, de los llamados militantes algunos, y que ha hecho algo así como un recuerdo a Jacinto Esteva que no sé qué duración tiene y que naturalmente es más un documental en el que lógicamente he participado como personaje entrevistado, y que espero poder ver ahora en Murcia.
        No quiero dejar de decir, cuando ya no se me ocurre qué más decir de lo mucho que podría y debería decir, y que ya iré y se irá diciendo a través del tiempo, que de no haber existido la Escuela de Barcelona no existirían algunos de los más destacados directores del cine español actual, que nada tuvieron, ni tienen, que ver con la Escuela, pero que sí recibieron los efectos del impulso que ella provocó; porque la Escuela de Barcelona sí obligó a que el cine español, aunque trastabillando, haya seguido dando algunos pasos, por desgracia, muchos para atrás en algunas películas que se apartan cada vez más de lo que es el Cine; pero éstos de ir para atrás son una historia del deterioro que no sólo nada tiene que ver con la Escuela de Barcelona, sino que están violentamente en contra de ella.
        Ya que tanto hemos hablado de los que más o menos somos más directamente responsables de las obras hechas, quiero hacer una referencia a todos y todas, a quienes dedico un afectuosos homenaje por sus ayudas.
        Primero, Juanito Oliver, montador; nuestro mártir si fuéramos religiosos, que murió montando Dante no es únicamente severo junto a la moviola, con Jacinto Esteva al lado. Espero que ambos se hayan encontrado en el cielo del cine y sigan con sus borracheras.

Serena Vergano en Dante no es únicamente severo

        Ramón Quadreny, montador, Jaume Deu Casas, operador. Juanito Amorós, operador. Manolo Esteba, cuando era operador, actualmente dirige. Francisco Ruiz Camps, jefe de producción (del que ya hablé antes). Carles Santos, músico.
        Es posible que olvide a alguien, lo lamento; pero quería mencionar a los técnicos de los que muy poco se ha hablado, tal vez porque ellos, como es lógico, hacían también otras películas que no eran de la escuela de Barcelona.
        Lo mismo ocurre con los actores, excepto Enrique Irazoqui que sólo había hecho de Jesús en El evangelio según Mateo de Pasolini y trabajó únicamente en mi Noche de vino tinto y en Dante no es únicamente severo de Esteva y Jordá. No volvió a intervenir en ninguna película más.
        De quien más se ha dicho que formaron parte de la Escuela es Serena Vergano, entonces mujer de Ricardo Bofill; Romy, entonces compañera de Jacinto; y Teresa Gimpera, que en realidad me parece que no hizo más que Fata Morgana y aparece también en El hijo de María de Jacinto Esteva. Habría que ampliar la lista con Núria Espert, que hizo conmigo Biotaxia, y tenía un papel destacado también en El hijo de María; Francisco Rabal que estaba en Después del diluvio.
        José María Blanco, también en Biotaxia, con el seudónimo de Pablo Busoms, y también últimamente conmigo en En secreto, amor  y Gritos... a ritmo fuerte; pero entonces habría que extender la lista a Joan Miralles que trabajó en mi Iconockaut y María Espinosa, en esta misma película y en En secreto, amor  y Gritos... a ritmo fuerte. Pero esta lista ampliada se compone de actrices y actores que no se sintieron nunca identificados con lo que era la Escuela, sobre todo los de las últimas películas mías, hechas cuando en realidad la Escuela ha dejado de existir, si no es porque insisto en que mi cine sigue siendo Escuela de Barcelona, como vuelvo a insistir que el de Portabella también lo es según su Puente de Varsovia.
        Lo cierto es que la Escuela de Barcelona tiene ya un puesto destacado en la historia del cine español; no es mucho, pero me siento satisfecho con lo que es.

        Nunes