Gritos . . . a ritmo fuerte      1984

Argumento, guión y dirección José María Nunes
Producción Catalonia Films
Juan Vivó
José María Nunes
Ayudante de dirección Vicente Gil
Fotografía Lorenzo Soler
Montaje Luis José Gisbert
Música José María Sanz
Sabino Mendez
Neo Zelanda
Laboratorio Cinematiraje Riera
Formato Color
35 mm
Pantalla normal
Duración 108 min
Intérpretes María Espinosa
José María Blanco
Montse Bayo
Loquillo
Javier Anta
Manolo García
Silvia
Rafa
Jacinto Roca
R. I. P. de Mondragón
Raimundo M. de Luengo
Jordi Beltrán
Jaime Gonzalo
Ramón de Batlle
Juanita de Batlle
Grupos musicales Dincremea
Código Neurótico
Gatotumba
Brighton 64
Orquesta Tacón
Daniel Paradell
Decibelios
Joni Destruye y
Los Repugnantes
Rebeldes
Síndrome Tóxico
Christian Dios
Viuda de García
Killwatts
New Buildings
El Hombre de Pekín
Loquillo y los Trogolditas
Distribución Catalonia Films S. A.


  

Sinopsis


        La sociedad está siendo convulsionada por grupos de muchachos que en los garitos, cavas, garajes, casas semiderruidas, aporrean sus baterías, rascan las cuerdas de sus guitarras y gritan; protestando, burlándose y ridiculizando esta civilización que juega a la macabra preparación de autodestruirse.
        María, último eslabón de una buena familia provinciana de larga tradición quiere vivir el ambiente de estos grupos musicales que proliferan por el mundo. Se encuentra con Ricardo, un antiguo compañero con el que hizo algo de publicidad, que se ha automarginado porque llegó a un punto en el que sintió asco de este mundo falso, hipócrita y alienante, en el que había llegado a ser triunfador de gran éxito.
        Aunque ya entonces intentaron tener relaciones íntimas, tampoco ahora lo logran. Son diferentes sus opiniones sobre la juventud con la que conviven y tratan de comprender.
        De todas maneras, María, a la que los chicos llaman "La Punka" después de intentar abandonarlo, volverá a integrarse en ese ambiente caótico de búsqueda, de protesta, de esa juventud para la que nada está claro y cuya actitud es de desconcierto, escepticismo e inseguridad ante el futuro.
        Sólo les interesa, ahora, continuar gritando, también sus ansias de libertad. Tan prometida y jamás lograda.

Loquillo y Vic, de Christian Dios


           


  

Notas


        Hubo una época en la que en Barcelona sonaba un nuevo grupo musical detrás de cada puerta metálica. Parece que ésa fue la excusa para iniciar la pélicula. A lo largo de la película los vemos ensayar, hablar de sus aspiraciones y sus temores: Para uno de los músicos lo más aterrador resulta ser un payaso.

        En una escena, durante el ensayo de los Brighton 64, aparece una jovencísima Ariadna Gil.

      Guía del Ocio, nº 331,  30 marzo al 5 abril 1984
      Nunes - Con marcha fuerte
      O lo que es lo mismo, el director que no para, que no ceja y que no cesa. El tesón, la constancia, la cabezonería, el espíritu lusitano -no me pregunten qué es, pero debe existir porque Nunes tiene que tener alguna explicación ajena a nosotros- que ataca  de nuevo, que no quiere saber de compromisos y que arremete por libre, como casi siempre, con un film que, a sus casi cincuenta años, sueña a ser joven, atrevido, coyuntural -que no oportunista, que eso Nunes nunca lo ha sido- y sociológico. Y con música.
      El ir y venir de una joven que ha pasado, probablemente, por la época feliz del hipismo de los 60, su entroncamiento o intento de comprensión del movimiento punk, sus enfrentamientos teóricos y prácticos con un personaje marginado, deliberadamente, anterior ejecutivo más o menos filósofo ahora, dedicado a un pasotismo lúcido, y la continua incursión de grupos tan representativos como Christian Dios, Loquillo, El Último Resorte, R.I.P., Joni Destruye, Viuda García, Gatotumba, Código Neurótico, Síndrome Tóxico, Los Repugnantes y algún que otro suficientemente descriptivo desde su apelativo del principio, nos demuestran que Gritos... a ritmo fuerte no va ser una película como las otras. No sería el estilo de Nunes. Y tampoco va de promoción, como algún producto último y centralista, no, va de hoy, de la Barcelona de hoy, de la gente de ahora mismo, de que algo huele a podrido y de que algo va a cambiar.
      Lejos de la perfección técnica que no le interesa pero que cada vez construye más, Nunes propone un mundo de sensaciones casi tangibles, dolorosas las más veces. En cualquier caso, un cine vivo, en continuo movimiento, asomado al hoy, pendiente de cualquier mañana y sin pararse nunca en un ayer, en los tópicos que podrían acabar con su capacidad creadora. Ése no, ése no es mi Nunes. A ratos no gusta, a veces huirías de sus largos planos, por momentos no compartes sus tedios y sus amores, en segundos saltarías de la butaca aburrido, pero en el segundo siguiente, Nunes te agarra.
      Pablo López
Código Neurótico

      La Vanguardia, 30 marzo 1984
      José Luís Guarner
      (extracto)

      Una experiencia personal
      A primera vista, Gritos... a ritmo fuerte, su último trabajo, es una simple excursión por el mundo rockero de Barcelona. Pero no tiene que ver con A tope y ese tipo de cine musical más o menos alienante, ni hay en la operación el más mínimo oportunismo comercial. Tampoco estamos exactamente ante un documental; en todo caso, un documento. Como es habitual en Nunes, se trata menos de contar una historia, que de llevar a cabo una encuesta, pista de despegue para una reflexión sobre las eternas preguntas de quiénes somos, de dónde venimos y a dónde vamos. Como siempre, el director dialoga consigo mismo por el procedimiento de desdoblarse en dos, en un hombre y una mujer, una pareja -vehículo de sus interrogaciones. Aquí son una mujer burguesa y treintañera que busca reciclarse como punk entre los jóvenes, y un hombre cincuentón y ex publicitario, que fue su amante en otro tiempo.
      Pero en esta película, sin embargo, Nunes busca un interlocutor, los jóvenes, la nueva generación, en los que el cineasta ve un espejo de sus dudas y frustraciones. Y así la mujer pregunta, los jóvenes contestan y el hombre comenta las respuestas no muy articuladas que recibe, confrontándolas al mismo tiempo con su propia experiencia. Con el resultado de algo parecido a una versión femenina de Edipo interrogando a la Esfinge con acotaciones doloridas de Tiresias. Y como los jóvenes no tienen ideas claras o no saben expresarse, se deja que su música hable por ellos como pieza de convicción de esta encuesta.

      Documento de una desorientación
      Aparece claro, desde el principio, que la investigación no irá muy lejos, no conducirá a una información significativa o novedosa. Y la película tiene la honradez de no ocultarlo en ningún momento. Se limita a ofrecer dos discursos paralelos a modo de testimonio sobre una desorientación.
      Se podrá objetar que no parece eso mucho, y es cierto. Como también es cierto que el valor de Gritos... a ritmo fuerte no es -ni puede serlo- semántico, sino visceral, como su mismo título indica.
      En suma un anti-A tope, por así decirlo y dada la coincidencia de ambas películas en la cartelera barcelonesa, a cargo de José María Nunes, uno de nuestros más esforzados cineastas ocultos que permanece gloriosamente irredento e irreductible.

El marginado Ricardo La Punka
   
      Dirigido por ...,  nº 114. Abril 1984
      Ramón Freixas
      (extracto)

      Aunque una lectura superficial pretenda limitar Gritos... a ritmo fuerte a la categoría de film ajeno a los intereses vitales del cineasta, ello es un gravísimo error, víctima del desconocimiento de su itinerario profesional o una miopía galopante, pues en esta ocasión como en las precedentes, estamos nuevamente frente a la crónica diaria de una franja social, de un grupo de personas sumidas en la desesperanza de su rala cotidianidad. Ya no es el medio burgués de sus primeros films, ahora el objeto de su mirada es la juventud marginada y musical que pugna por subsistir en una sociedad sin porvenir. Jóvenes que viven el presente porque no tienen perspectiva de futuro. Nunes, pues, se acerca a ellos, a su realidad, con pudor pero sin trabas, les facilita la palabra para que se expresen bien oralmente bien con su música. El resultado no puede ser más desalentador: no dicen nada, no saben nada, alguno pasa de todo, otros quieren triunfar económicamente, otros van de duros por la vida, pero bajo sus dispares respuestas surge la crisis de identidad, el desconcierto que domina a todas las generaciones, no sólo a la que (en teoría) debe construir el futuro; un mañana que no les interesa o no les incumbe, según propuestas más radicales (?)
      ... Ellos (los jóvenes) están ahí y basta, no se plantean nada más, pues su ansia de libertad es una quimera que se funde gritando cada vez más fuerte. Y Nunes organiza su propia mirada, más escéptica, descalifica a los observadores (Ricardo y la Punka), no se identifica con ellos, pero tampoco con los chavales, pues le molesta su indiferencia, su inhibición. Mas si está más cerca de estos chavales, por lo que representan de innovación y ruptura sin asumirlo, se interesa más por Ricardo y La Punka pues en palabras suyas «ellos son consecuencia de una civilización de verdad, los otros pueden ser una cultura que se está forjando, mutando pero su desconcierto es distinto».
      Todos coinciden en no decir nada, bien textualmente, como los grupos, bien adornando su verborrea de bellas sentencias como Ricardo y La Punka. Crisis, estertores de una civilización caduca, cierto pesimismo existencial, imposibilidad de reaccionar son algunos de los temas patentes en el film, aparte de los tradicionales de Nunes: la pareja, la soledad de la mujer, la imposibilidad / inutilidad de la huida... O estilemas tan propios como esos justos diálogos de densa carga literaria, esas imágenes que golpean al espectador (las risas interminables de Ricardo y La Punka o la repetición de tres tomas con los gritos guturales de una cantante en primer plano) que quiebran la narración, rompiendo la rutinaria contemplación del film por parte del público, intentando fomentar su participación aunque sea agrediéndole. Nunes sigue siendo fiel a sí mismo, sin concesiones, a la busca también de esa libertad soñada para su cine.



  

Comentario de Nunes


            Por aquella época, finales de los setenta principios de los ochenta, Barcelona sonaba a ensayo.
            Por casi todas las calles se oían sonidos de grupos que hacían música, en los más diversos locales; viejos almacenes, sótanos de casas, talleres de pequeñas industrias, casas deshabitadas incluso en pleno centro, uno en la calle Diputación esquina con Balmes, y sobre todo en los barrios periféricos, grupos de chicos, algunas chicas, que de sólo chicas era la "Orquesta tacón". Mis hijos Jorge y Daniel también eran un grupo, "Gatotumba", con Carlos y Oscar, el cual tenía una furgoneta de su padre que utilizamos durante todo el rodaje.
            Naturalmente, las ideas surgen fáciles en el Séptimo Sentido que es el Cine.
            "¿Quién hay en este sonido?".
            Nada de investigación, de preparación previa al rodaje. Ir a encontrarlos. No era difícil, claro; pero se calculaba que habría unos seiscientos grupos, o bandas, en Barcelona y alrededores.
            Siempre he tenido buenos colaboradores. Amigos. Casi todos compañeros de sensibilidad anarquista, aunque alguno no lo sepa.
            Pues no, yo no sabía que el Vic tuviera un grupo, "Christian Dios", después sólo "Dios", en el que hacía sonar un transportable piano electrónico, muy melodiosamente por cierto, con su compañera, Juana, que cantaba, más melodiosa aún, con un batería, me parece que recuerdo, y es posible que otro músico que tocaba la guitarra, tal vez, o algo así; lo supe cuando le comenté la película que estaba pensando hacer. Y en aquel momento se inició la mejor colaboración para despreocuparme de escoger quienes serían aquel sonido.
            Con eficacia, casi siempre de un día para otro, resolvía a cual ir a rodar, a veces dos grupos en localizaciones diferentes en la misma jornada, y los permisos de los locales en los que teníamos que hacerlo, si era más conveniente llevarlos a otro que no fuera el suyo habitual. Con excepcionales dotes de Jefe de Producción que lo lograba todo sin el menor dispendio; y de experimentado Ayudante de Dirección cuando las funciones de este cometido eran necesarias. Lo de menor importancia fue que era de él la gabardina que Blanco lleva en toda la película.
            Estuvo muy acertado en la diversidad de estilos de cada grupo, y también que iniciado el rodaje unos nos conectaban con otros.
        Decibelios

            Bueno, el Vic es Vicente Gil, actor, con destacados personajes en varias películas, que ya no son pocas, y algunos en televisión, con unas características físicas de mucha personalidad, músico entonces, con su "Dios", y en los últimos desde ya muchos años hace doblaje en el que además de una voz interesante es un director de reconocida solvencia.
            En la fotografía fue providencial que estuviera Lorenzo Soler, prestigioso autor de documentales de ensayo y análisis sobre temas sociales, que con su experiencia se identificó perfectamente con Gritos... rodada en su mayor parte con carácter de documental, aunque habiendo que iluminar casi todas las escenas, y con su gran dominio de llevar la cámara a mano. Un gran profesional. Y muy buen creador cuyo prestigio ha venido superándose últimamente con dos largometrajes de ficción en climas de documental por la mayoría de los personajes reales, una en ambiente de la inmigración y otra en el de las gentes de raza gitana.
            Otro colaborador de responsabilidad, lógicamente todos somos importantes en los pequeños equipos con los que habitualmente trabajo, pero éste venía por primera vez a ampliarlo, fue el ingeniero de sonido.
            Había que grabarlo en directo, claro, por la música; excepto las escenas de diálogos entre los dos personajes, él y ella, y con los chicos cuando no tocaban, aunque algunas de éstas también rodadas con sonido directo.
            Había que resolver la insonorización de la cámara, la vieja y extraordinaria Arriflex que hacía un ruido que con frecuencia añoro por la atmósfera de rodaje que creaba, ¡de tantos años!. Normalmente se hacía, se hace, con un artefacto que la encajona, recordando un sarcófago extrañísimo o una camisa de fuerza que ya no se usa ni para los más exaltados psicópatas, demasiado grande y pesado para la libertad de movimientos con la cámara a mano, aunque fue inevitable incorporarle un pequeño motor sincrónico que coordinaba con el nagra (marca que se substantivizó) que grababa el sonido.
            Lorenzo Soler y Joan, no recuerdo su apellido, creaban sus estrategias de los micros respecto a la cámara, que a veces había que ponerle objetivos tele para alejarla, que su ruido no se metiera en la grabación. Lograron el extraordinario resultado, imagen y sonido, de definitiva categoría que puede observarse en la película.
            Con estructura industrial todo ésto está resuelto disponiendo de los medios necesarios. Los play-back y esas cosas.
            En ocasiones la precariedad de medios obliga a decisiones que pueden resultar de superación.
            En Gritos... no había guión, claro; dependía en su mayor parte de los grupos o bandas con los que se decidiera rodar. Tenía la idea inicial de un personaje que diera motivo a que fuéramos, que nos llevara, hasta los chicos en sus ensayos, que hablara con ellos, les preguntara, sobre todo. Se me ocurrió que podría ser un personaje en el que a veces había pensado como tema de alguna película, una especie de vagabundo urbano, esa idea que se tiene del mítico clochard, con todo el tiempo para lo que se le ocurra a cada momento, el pensamiento libre, en origen basado en un hombre que andaba a veces por mi barrio y que a sí mismo se identificaba como "El marginado Ricardo".
            Empecé a rodar con ese título. Y se conserva como nombre del personaje de Blanco.  Como título lo cambié, casi al final del rodaje. Me pareció mejor darle un carácter más en relación con los grupos, con ese ambiente de la ciudad por aquella época. Y remotamente porque tal vez quisiera reservar lo de "El marginado Ricado" para algo más concreto de análisis y desarrollo del personaje, que posiblemente algún día aún haré, más justificado en estos momentos de esta civilización que constantemente acelera su proceso hacia el desastre de la Humanidad, según insisten en demostrar los que tienen poder para lograrlo. Siento que es una obligación hacer una película de ésto.
            Pero ahora estamos comentando como fueron las cosas en esta Gritos....
            Como casi siempre sin saber cómo, se intrometió la idea de que fuera una mujer el personaje que hablara con los chicos, les preguntara, quizá más diversificados así los contrastes en las opiniones.
            Y si además lo hacía al tiempo que les rodaba para un hipotético documental de aquel ambiente que ya conocía, en el que se supone tenía muchos amigos entre los que era conocida como "la Punka", se añadiría, se añadió, otro elemento que superaría cualquier inconveniente en el sonido porque se supone que el motor de su cámara hacía ruido, como efectivamente se hace notar en algunos casos en que era imposible dejar de oír la que rodaba la película. Un nuevo experimento que nos pareció, y es, un acierto; justifica que a ratos sean confusamente audibles palabras o frases de alguna conversación. Concretamente en la que están Loquillo, que es actor de sí mismo en toda la película y no canta, Manolo García de "El último de la fila", que sólo aparece en esa escena, el Vic, me parece, fue el día que grabamos su actuación, y quizá alguien más que no recuerdo.

Pegatina promocional Rodaje

            Es inevitable la referencia al Tuti, que vende cupones de la Once delante del Palau Robert, Paseo de Gracia tocando a Diagonal, de una ingeniosa espontaneidad equiparable a cualquier buen actor; estupendo personaje, en la película y él.
            Sorprendente y desconcertante la presencia de Montse Bayo, permanente acompañante del Marginado Ricardo sin que se sepa, ni yo lo sé, porqué ni para qué.
            Me emociona traer de la memoria el recuerdo del entusiasmo con que actuaron cada uno y cada una de cada grupo y los que interpretaron sus personajes sin ninguna experiencia anterior como actores o actrices.
            Fulgencia Panadero, pintora, y Ramón de Batlle, escenógrafo, también pintor, que ya no está entre nosotros, matrimonio, mis amigos, que hicieron de padres de "La Punka" en su magnífica masía en Riudellots de la Selva.
            Beltrán y Gonzalo, que editaban una revista sobre música de los grupos.
            Todos. Y los locales. Sería un comentario largo.
            María Espinosa y José María Blanco. Están en la película porque son ellos. No podría haberse hecho si no hubiesen podido estar; él y ella. Están en el origen de sus personajes, sus presencias, la presencia de ambos. Y además, aún más, son actriz y actor absolutos. Prescindida u olvidada la realidad son verdad en el Cine, que es el Séptimo Sentido, de esta Gritos... a ritmo fuerte.
            ¡Ah! y son amigos. Somos amigos. De esos. Pocos.
            Y Joan Vivó, que apoyó la producción con un anticipo de distribución, y una frase, de las más elogiosas que he recibido: "No hace falta que me traigas el guión, ¡luego haces lo que te da la gana!".
            En la amistad no existe el vocablo "confianza".
            También aportó una proporcionada colaboración Enrique Tintoré; que quería hacer Cine y poco después llegó a hacer un corto. Lo recuerdo con afecto.