Biotaxia      1968

Argumento, guión y dirección José María Nunes
Producción HELE Films
José María Blanco
José María Nunes
Jefe de producción Antonio Diaz del Castillo
Ayudante de dirección Vicente Lluch
Fotografía Jaume Deu Casas
Montaje Ramón Quadreny
Ayudante de montaje Suzanne Lemoine
Música Bebu Silvetti
Sonido Jorge Sangenis
Formato B/N
35 mm
Pantalla normal
Duración 108 min.
Intérpretes Núria Espert
Pablo Busoms
(José María Blanco)
Romy
Joaquim Jordà
Miguel Muniesa
Carles Duràn
Gerardo Malla
Distribución Consorcio Ibérico de
Cinematografía S. A.


  

Sinopsis


        Intento de análisis para clasificar a un ser viviente... Una mujer. Personaje creado en una tarde de borrachera por los barrios del puerto de Barcelona. Nombre: María López. Edad 30 años. Estado: Casada. Características personales: Una vieja cicatriz de apendicitis y una más reciente cicatriz de cesárea.

Espert y Blanco.
La obra de Gaudí al fondo

        Socialmente situada. De reconocida categoría artística. Es actriz. Está casada. Y ama a su marido. Tiene hijos. Y ama a sus hijos. Toma café en el salón grande, después de las comidas.
        Las apariencias determinan la forma de ser. No importa que todo sea falso. Todos están de acuerdo en que las cosas sean así, como parecen.
        Es la costumbre. Como si hubiese una auténtica necesidad de que los demás sepan que es feliz, está constantemente demostrando el gran amor que siente por su marido y el gran cariño y afecto que siente por sus hijos.
        Un mundo en el que parece que sólo cuenta lo que se dice, lo que se hace para que los demás lo vean y lo sepan. No importa lo que se piensa, lo que se sufre, lo que se siente, que se teme que pueda perjudicar. Y todo se deforma; las gentes en sus relaciones, cada uno en lo que manifiesta para los demás que casi siempre es distinto de aquello que realmente siente y quisiera decir. Y casi siempre ya no se piensa, ni se siente, con sinceridad; y ya no se sufre, o ya no es sincero ni el sufrimiento.
        Así es ella. De ese mundo. Hasta que empieza "BIOTAXIA".
        De súbito, piensa, siente y sufre. Como realmente es y como quisiera ser; como realmente quisiera decir que es. Sería quizá mucho más feliz, si no estuviera constantemente preocupada por demostrar que es feliz; al menos sería más auténticamente feliz. Y amaría a su marido. Y amaría a sus hijos, sin necesidad de constantes manifestaciones exteriorizadas.
        Y no puede reprimirse por más tiempo en esa forma de vida, a la que se ha habituado. Sola, en el enorme salón de su casa cómoda, tiene la desconfianza de que se encuentra en un panteón.
        No, ni siquiera huye. Sale. Se va.
        En una ocasión, su existencia pasó por una etapa durante la que sólo lo instintivo, la espontaneidad, lo natural, era válido. Y que rechazó para conservar su felicidad cómoda de mujer situada.
        Ahora quiere intentar, lo necesita desesperadamente, reencontrar, recuperar, aquella sinceridad rechazada y perdida. Y, abandonándolo todo, sale a buscar aquel hombre joven, un poco loco, con el que anduvo por ahí durante aquella etapa. Toda la tarde. Toda la noche. Hasta el amanecer. Por los mismos sitios, aferrada a los recuerdos. Tal vez con el propósito de quedarse. Hasta que lo encuentra.




  

Notas


        Núria Espert nunca estuvo mejor dirigida en el cine. «Dime cositas Nunes» pedía la actriz mientras rodaban, y Nunes lo hacía, sacando de ella lo mejor, eliminando histrionismo y aprovechando al máximo las posibilidades de la posterior sonorización de lo rodado sin sonido directo.
        A lo largo de la película podemos recorrer la Barcelona de Gaudí en diversas escenas.
        En el Parque Güell se rueda un hermoso, inverosímil  y perfecto raccord en una etérea llamada de teléfono.
        Impresionante imagen final de la actriz donde a través de sus ojos, cual plano de simetría, podemos vernos a nosotros mismos y más allá.

      
        Del programa de mano de su proyección en el cine Alexis, Barcelona, 1970. Escrito por Nunes:

      BIOTAXIA. Una mujer. Un marido que no se ve. Unos hijos que aparecen como algo ajeno e incómodo. Otro hombre de un mundo distinto. Todo frustración.
      BIOTAXIA es la película de la mayor desolación de un personaje. Una mujer inteligente, que por conseguir lo que se proponía se olvidó de su autenticidad.
      BIOTAXIA es incómoda hasta la indignación.
      BIOTAXIA es la obra más desagradable que se ha realizado intentando analizar a una mujer.
      Siempre con Gaudí de fondo. BIOTAXIA es también la plástica de Gaudí. La atmósfera de Gaudí. GAUDÍ.
      Y en BIOTAXIA todo es monótono, todo es gris, todo discurre sin que exteriormente, en los movimientos de los personajes, las imágenes y los sonidos, haya alteraciones ni excitaciones. Nadie ríe, nadie llora, nadie grita. Bueno, sí, hay un grito. Sí, un único grito que resuena en toda la película.

        Y en toda la obra de Nunes. Ése es el arranque de la hasta ahora última obra de Nunes, Amigogima. Un grito. Ur, el principio.



  

Comentario de Nunes


        Después de Noche de vino tinto todavía un nuevo intento de hacer Nochera, que, a pesar de acceder a algunas sugerencias de los censores, insistieron en prohibir el guión. Así que, como Noche de vino tinto, Biotaxia es consecuencia de la imposibilidad de hacer Nochera.
        También como al de Noche de vino tinto el guión de Biotaxia lo consideraron de "Interés especial cinematográfico", con lo que la Dirección General de Cine avalaba un crédito de un millón de pesetas ante el Banco de Crédito Industrial.
        Pero en esta ocasión no lo pedí temiendo que lo que tardaran las gestiones para conseguir toda la financiación me impidiera, otra vez, poder hacerla con Núria Espert, que en aquel momento disponía de unas pocas semanas sin otros compromisos; en tres y media, veintiún días, hicimos el rodaje.
        Combinarlo con José María Blanco, que todavía no sé por qué quiso pseudonomizarse Pablo Busoms, era más fácil porque podía organizarse el tiempo de su actividad de dibujante creador de publicidad copropietario de Estudios Proex con el de los rodajes. Y puso mucho interés porque era la primera película en la que hacía un papel destacado de protagonista del que habíamos hablado con frecuencia ya cuando la idea empezaba a creárseme durante el montaje de Noche de vino tinto que se hizo en la sala de su estudio Proex.
        Empezamos con cincuenta mil pesetas que me dio Joaquin Soler Serrano; éramos amigos, de las entrevistas que me había hecho en algunos de sus programas de radio, y en uno de ellos, en Radio Barcelona, había yo colaborado en una sección que tituló El Cine que no vemos en la que narraba las películas que no había podido hacer. Mi hermano Jorge, que vive en Suecia, me envió mil coronas. Juan Roselló, dueño del Jamboree, sótano en la Plaza Real en el que había rodado una escena de los mendigos de Mañana...antes de que fuera cava de jazz, también colaboró con veinticinco o treinta mil pesetas. Y la anécdota más emotiva es que mi amigo Ramiro empeñó su anillo con brillante para que el pequeño equipo pudiera cobrar aquel sábado su mitad del sueldo convenido.
        La mayor parte de las escenas están en ambientes de Gaudí. Yo quería haber rodado en l6 mm. para después ampliar a 35 para lograr esa especial calidad de casi documental, pero Deu Casas prefería rodar con cámara de 35, que por más pesada en los planos a mano la sentía mejor, más acostumbrado, y que lograría con sus filtros o gasas, o diafragmas, que de esto no he entendido nunca, y sus indicaciones de tratamiento en el laboratorio, lograríamos esa calidad que quería. Y así fue. Jaime Deu Casas es el operador con el que más o mejor me he identificado.
        Naturalmente, como en muchos otros, la cámara está con trípode en los dos planos, el del inicio y el del final, que duran cuatro minutos y diez u once segundos, la carga completa de un chasis de ciento veinte metros de la Arriflex, troceado con algunos intercalados el primero y entero, sin cortes, el último, en los que Núria Espert demuestra, como en toda la película, la gran categoría de actriz que ya era entonces.


        En el montaje fue donde hice el gran experimento que merecía Biotaxia; la posibilidad de lograr un compás que coordinara el ritmo con las pulsaciones de los espectadores, con la mayoría o con algunos muchos, claro; una propuesta cuyo resultado no podría ser nunca comprobado. Y es así, ahí está. Una, otra, búsqueda a encontrarme con la Inteligencia.
        Un espectador tranquilamente sentado, sin afecciones cardíacas, tiene unas sesenta pulsaciones por minuto; tal vez por eso los mesopotamios crearon su numeración con base sexagesimal que tiene como unidad básica el 60. Se me ocurrió que los cambios de plano, el corte, enlace entre unos y otros, debería hacerse cada veinticuatro fotogramas como base, con duración de segundos completos; los planos más largos que fueran múltiplos de veinticuatro, o divisiplos (propongo el vocablo) de veinticuatro si tenían que ser más cortos, pero combinándolos a completar los veinticuatro a los pocos cambios, que se puede notar evidente en lo que podrían ser los encadenados, resueltos con la aparición de intercalados de fotogramas del plano siguiente a medida que van desapareciendo progresivamente los del anterior, siempre en proporción de divisiplos de veinticuatro fotogramas, hasta que se cambian de duración desapareciendo por fin el anterior y quedando el siguiente.
        Magnífico en su paciencia y habitual meticulosidad, Ramón Quadreny, y la ayudante, Susana Lemoine.
        Y aún recuerdo el entusiasmo de Bebu Silvetti, que logró un fondo musical insólito, con su pequeño grupo de Elías, Burián y Ricardo, y Antoine, dueño del bar Las guitarras, en la Rambla del Prat, aficionado al contrabajo, que también estuvo en la grabación, en La Voz de España. Bebu llegó a ser, y lo será aún, destacado director de gran orquesta en USA.
        Sigue sin gustarme asistir a los festivales. Cuando Uniespaña me comunicó que Biotaxia había sido seleccionada para ir a Karlovy Vary me sentí incómodo al tener que decir que no, pero acepté por la curiosidad de ir a un país, entonces Checoslovaquia, del bloque comunista. En mi charla de presentación, estábamos todos, dije lo que pensaba sobre los festivales que no me gustaba que el Cine tuviera espectáculos de a ver quien llegaba el primero, que me parecía degradante aquello de competir. Así me libré de que me tuvieran en cuenta. Se pasó la película, libre de calificaciones o clasificaciones. La delegación rusa la consideró la mejor, me dijeron, y me invitaban en firme para a su festival al año siguiente hiciera la película que hiciese.
        Y también me vi comprometido a asistir al de Mannheim, que era uno o dos meses después, porque el director, que estaba en Karlovy Vary me insistió de manera persuasiva en que quería pasar aquella película, Biotaxia, en su festival aquel mismo año.
        La ventaja fue que al haber ido a festivales, aunque fuera sólo uno, de primera categoría, aumentaron trescientas mil pesetas en la protección que la Dirección General le había concedido, por cierto la mínima clasificación, unas  novecientas mil pesetas; total llegaron a un millón doscientas mil. Con lo que pude afrontar todos los costes; menos lo que les correspondería a Núria Espert y a José María Blanco, que nunca quisieron cobrar, afortunadamente, cuando en algunas ocasiones se lo he comentado.