Sexperiencias      1969

Argumento, guión y dirección José María Nunes
Producción José María Nunes
Fotografía Jaume Deu Casas
Montaje Ramón Quadreny
Música Joan Pedrol
Carlos Otero
Formato B/N
35 mm
Pantalla normal
Duración 100 min.
Intérpretes Marta Mejías
Carlos Otero
Antonio Betancor
Joan Pedrol
Maria Quadreny
Mario Gas


  

Sinopsis


        El título Sexperiencias procede de la doble pluralidad de experiencia (una S delante y otra detrás). La película carece de argumento. Trata de las reacciones de un señor mayor y una chica joven ante las noticias que en 1968 aparecen en la prensa: El Mayo francés, el Vietnam, Biafra... Es dispersa, aparentemente inconexa. Los personajes se encuentran en las situaciones más ilógicas: en un cementerio de locomotores de tren, en una casa en ruinas donde unos muchachos editan una revista... No hay ruido de pasos, las puertas, cuando se abren o cierran, no se oyen.

En una redacción clandestina Carlos y Marta acosados

  

Notas


        Sin cartón de rodaje. Dogma avant la lettre. Sin efectos de sonido. Sólo se oye un "click!" de una cámara y está hecho con la voz.
        De nuevo un grito contra todo lo que estaba (está) ocurriendo a nuestro alrededor. Los titulares de periódicos y revistas van golpeando al espectador con más fuerza que en el kiosko. El marco fílmico los refuerza. Nunes NO manipula. Insiste. Estamos en guerra contra la estulticia.
        Queda patente la dificultad de la lucha y la necesidad de la misma. Vertical, nunca horizontal.

Marta y Carlos Marta en diligencia

        De una hoja de presentación de la película repartida cuando se pasó dentro del Ciclo Nunes en el Cine Club J. C. , mayo 1973:
      "Sexperiencias" es el intento de análisis de una sociedad y sus problemas, tanto en el orden generacional como político.
      La película toca dos temas muy importantes aunque su grave defecto sea la falta de profundidad en ambos. Los temas tratados son: el conflicto generacional y los Derechos Humanos. En cuanto al conflicto generacional y como resultado del mismo la crisis planteada en el mundo joven; en todos los aspectos y valores, desde la religión a la política pasando por la apatía, desinterés y el inhibicionismo total de la sociedad; sociedad que por otra parte se acostumbra y se adapta camaleónicamente a todo, sin tomar conciencia de la grave problemática, abierta a la Humanidad. Consecuencia de la aparición de la masificación y el consumo, resultando éste, al parecer, la medicina eficaz para todos los males, y la moderna tecnología que está destruyendo ese posible mundo mejor paradójicamente.
      De todos modos esto parece ser lo que intenta el director (aunque no lo consigue plenamente), dado que no incide sobre ello con la profundidad que el tema exige.
      Por otro lado, el intento de colocar al espectador ante el hecho grave de la imposibilidad de hacer efectiva la grandilocuente Declaración de los Derechos Humanos. Carta, que como es sabido, fue firmada por todos los paises miembros de la ONU y al parecer no respetada ni cumplida por los firmantes. Hecho éste que situa al hombre en el disparadero de no saber a dónde reclamarlos, ni a dónde poder exigirlos.

        No creemos que exista tal superficilialidad en el film. ¿Confusión?. Sí, la misma a la que se refería Pete Sinfield, letrista de King Crimson, en el mismo año: Confusion will be my epitaph. Estaba en el aire:
        En la última secuencia de Sexperiencias, mientras suena Cambalache, la voz en off sugiere: « Tal vez todavía puedas hacer algo». Marta contesta: «Si: gritar socorro». La situación no ha mejorado. Treinta años más tarde, como apuntó Nogueira, Berlanga acaba su París - Tombuctú con el mismo tango y un letrero donde se puede leer: "Tengo miedo".

        Puede ser ilustrativo leer el coloquio que tuvo lugar en el Cine Club de Ingenieros un año más tarde, para clarificar la posición de Nunes frente a su obra.

  

Comentario de Nunes


        Los delegados del Festival de Moscú que asistieron al de Karlovy Vary dijeron que Biotaxia era la mejor película y me invitaron a participar en el suyo al año siguiente con la nueva que hiciera sin necesidad de previa selección.
        Esto me dio ánimos para la osadía de hacer la que pensaba desde hacía algún tiempo y que era imposible por la obligatoriedad del permiso de rodaje que sólo concedían una vez aceptado el guión por la censura y otras complejidades burocráticas de informes favorables, de técnicos y actores, del Sindicato del Espectáculo, y presupuesto, y plan de trabajo, y seguramente algo más que ya no recuerdo. Bueno, ahora no es menos complejo, incluso tal vez más, si se quiere lograr la subvención previa, sin la que es imposible hacer una película, por esos costes que no sé adonde iremos a parar. Obligando al recuerdo a remover la memoria para hablar de aquella época son inevitables las digresiones.
        No podía haber guión porque la idea era crear las escenas según lo que fueran publicando los periódicos. Y una noche, en el Sot, un local de la gente de Teatro y algunos de Cine, hablando del tema con Carlos Otero y Marta Mejías nos animamos a empezar a rodar al día siguiente; con la gran diferencia de edades podían resultar los personajes idóneos para una buena confrontación ante los temas a destacar de las noticias. La película empezó a crearse según las experiencias de cada uno y el título resulta de pluralizar también antes.
        Jaime Deu Casas no tenía compromisos más importantes por aquellos días. Y él mismo iba a buscar la cámara, una de 35 mm, a Estudios Balcazar donde también rodamos varios días, en el interior y en el poblado de western que tenían entonces cerca del cementerio de Esplugas; cuyos alquileres no quisieron cobrar, «como modesta colaboración a tus experimentos», me dijo Alfonso.

Marta y Carlos Marta y Pedrol


        El equipo éramos Carlos, Marta, yo, que nos desplazábamos en el coche de Jaime, y José Adrián, foto-fija, que iba en la vespa con Manuel Muntaner, colaborador para todo, de ayudante de dirección a jefe de producción hasta avisador, que no era necesario pero resultaba indispensable. Lo de tener foto-fija fue porque José Adrián insistió en colaborar, pagaba los clichés, y teníamos el papel fotográfico en cajas de 24X30 que nos traía un amigo alemán que trabajaba en la Gevaert. Nunca se habían hecho fotos de rodaje 24X30; un lujo que nos divertía y llegaba a emocionarnos cuando José Adrián las traía por la mañana al reunirnos para empezar el trabajo, enormes, bellísimas, de lo que habíamos hecho el día anterior. Extraordinario fotógrafo, y persona, me emociono al recordarlo, que se fue hace años por una carretera de La Monda, en Andalucía, desde su viejo ciclomotor con el primer pastel del primer cumpleaños de su primera hija; él solo.
        La colaboración de Betancor no estaba prevista. Apareció porque era amigo de Carlos Otero, de las películas con Mario Camús en las que era ayudante de dirección. Después ha dirigido varias, que no comprendo por qué no son más, tan buen director como la mayoría de la minoría a tener en cuenta.
        Era agosto y vino a pasar unos días de vacaciones en Cataluña. Se quedó con nosotros y con su experiencia de hacer de actor le resultaron mucho más satisfactorias de lo que habría podido prever, según dijo.
        Se llegó al final del rodaje con unas quince mil pesetas de gastos; sólo las comidas, los dos cascos de soldados alemanes y una bombilla de cien vatios y diez metros de cable. Quadreny tenía su propia sala de montaje en casa y no había que alquilarla. Lo más importante, laboratorios y sonorización, fue a crédito. Nunca he tenido solvencia financiera pero siempre he tenido crédito en las empresas colaboradoras, que en alguna ocasión han llegado a dar por liquidado algún saldo pendiente; concretamente en esta ocasión por la prohibición de la película.
        Acabado el montaje, escribí los textos prescindiendo de los diálogos dichos durante el rodaje, sin sonido directo ni anotaciones de referencia, con el resultado de algunas curiosas desincronías en el doblaje, como cuando a una pregunta del personaje de Betancor Marta dice: «Sí, claro...» al tiempo que niega con la cabeza. También hay sincronías perfectas como si fueran de sonido directo, claro. Nunca nada es por casualidad. Tampoco hay efectos sonoros, de pasos, puertas, olas, coches, golpes. Sólo el "clic-clic" de una cámara fotográfica, que lo hice con la voz.

Marta tatuada

        Toda película merece una larga crónica, en muchos casos más interesante de leer que verla.
        Por cierto, como Betancor había regresado a Madrid cuando se hizo el sonido, su personaje lo dobló Antonio Iranzo.
        Fue muy complicado conseguir que la Dirección General de Cine, en Madrid la aceptara. No les causaba ninguna impresión, ningún efecto, que estuviera de antemano invitada a participar en el Festival de Moscú; en lo que yo tanto había confiado al hacerla suponiendo que la autorizarían para demostrar que aquí teníamos mayor libertad de lo que por esos países se creía.
        Pero nada. En la Dirección General, que entonces era, ahora recuerdo, Dirección General de Cultura Popular y Espectáculos, se negaban a aceptar una película que para ellos no existía, para la que no habían dado permiso de rodaje, ni conocían el guión, que no había pasado por censura, ¡nada!. «Esto no se puede hacer.» me dijeron. Con un aire remota y levemente burlón repliqué: «¿Cómo que no se puede hacer? Ya está hecha.» Y lancé el saco con los rollos de la película a deslizarse por el pasillo hasta chocar con el mostrador donde se entregaban para los visionados. Inmediatamente tuve la sensación de que me había excedido. La habitual pareja de policías en una mesa en el pasillo reaccionó con atención agresiva, creo que uno se incorporó de su asiento. El miedo que siempre me acompaña me dio una sacudida; siempre lo sentía más evidente en aquellas plantas novena o décima de aquel siniestro edificio del Ministerio de Información y Turismo en el Paseo de la Castellana de Madrid, de amargo recuerdo. Afortunadamente, el Secretario General, que se llamaba Zabala, era hombre propenso a manifestarse fraternal; hasta me daba consejos: «¿Por qué no hace películas como todo el mundo hace? Que lo hace usted muy bien; todos aquí lo dicen.»
        Otra vez salí llorando de aquel edificio cada vez más siniestro. No me importaba que me vieran llorar, ni aunque resultara más ridículo cargado con el nuevo saco de los diez u once rollos de mi nueva película, de unos veinte o treinta kilos.
        Cada viaje a Madrid costaba más o menos lo que había gastado en hacer la película. Fueron tres o cuatro hasta que se les ocurrió una forma definitiva aceptable y digna después de pasar por varias imposibles o demasiado complicadas; la de toda la documentación inicial como si la película fuera a hacerse, que intentamos y que José María Forn Teide Films sería la productora, ya que yo nunca he tenido productora, pero seguía siendo excesivamente complicado hacer un guión, contratos con actores, y técnicos, y todo ese conflicto cuando la película ya estaba hecha.
        Supongo que fue idea de Zabala, con la conformidad del Subdirector General, Paco Sanabria, que había estado en Karlovy Vary como representación oficial en la participación de Biotaxia en el Festival durante el que tuvimos una relación lógicamente cordial, de casi amigos, y cuando se despidió, que yo me quedé diez días más en Praga invitado por los checos el tiempo que quisiera y poder formar parte de algún equipo de producción, me hizo una fraterna advertencia: «Cuidado con lo que digas por aquí, Nunes, que allá nos enteramos de todo». Y él sabía de la invitación del Festival de Moscú.  
        En conclusión la idea fue que la presentara como una película experimental de carácter amateur para que me la autorizaran para festivales, estaba próximo el que había entonces en Molins de Rey, y cineclubs, que después se iría encontrando la manera de que fuera autorizada para su explotación comercial como cualquier otra. Así pude presentarla a mi nombre sin necesidad de respaldo de productora.
        Fueron más de dos semanas de inquietante espera yendo cada dos o tres días a saber qué habían decidido los censores. Además estábamos en estado de excepción, finales de enero principios de febrero de 1969, por conflictos sociales y agitación en las universidades, que en Madrid intentaron echar a un rector por la ventana de su despacho, no recuerdo si lo hicieron pero sí lanzaron a la calle símbolos importantes que provocaron la indignación de los que mandaban, como ya se sabe de siempre.
        Los compañeros de Madrid, Julián Marcos, Pedro Costa, Antonio Drove, Patino, Artero, insistían en que fuera a retirar la película, que el momento no era oportuno, podía ser peligroso.
        El funcionario que me atendía, se llamaba Pinilla, me dijo que la demora era porque el Subdirector General quería estar en la proyección con los censores «por si pasaba algo» y que lo haría en cuanto pudiera.
        Y pasó algo; al acabar la proyección no sólo decidieron prohibirla sino que dos de los censores querían llamar a Gobernación, ministerio de la represión, para denunciarme por haberla hecho. Afortunadamente, Paco Sanabria, el Subdirector General, les impidió, o evitó, que lo hicieran, justificando que yo había presentado la película como era perceptivo y a ellos les correspondía únicamente decidir sobre si la autorizaban o prohibían.


        Y sigue prohibida; no he querido hacer ninguna gestión para que la autoricen. Y, a pesar de que ha tenido una gran difusión, exhibida en la Cinemateca de París, en el Cine de los emigrantes españoles en Bruselas, en Mozambique y en Londres, en muestras del Cine español organizadas por Uniespaña aún en aquella época, con el título de "Nunesexperiencias", y en muchas proyecciones en cineclubs y universidades, en las Filmotecas, en el Congreso de la Asociación Española de Historiadores del Cine, Cáceres 1997, Sexperiencias es una película que no existe oficialmente. Y es la única de la que tengo un documento que justifica que soy su propietario oficialmente, la carta, el oficio, en que me comunican su prohibición.